El valle del Terror. Sherlock Holmes by Arthur Conan Doyle

El valle del Terror. Sherlock Holmes by Arthur Conan Doyle

autor:Arthur Conan Doyle
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Policíaca
publicado: 1914-01-01T05:00:00+00:00


2. El jefe del cuerpo

McMurdo era un hombre que dejaba su huella rápidamente. En cualquier lugar en el que estaba la gente alrededor prontamente lo reconocía. En una semana se volvió infinitamente la más importante persona en la vivienda de Shafter. Habían diez o una docena de huéspedes allí; pero eran honestos capataces o vulgares dependientes de las tiendas, de un muy distinto calibre del joven irlandés. En la tarde en que se juntaban su chiste era siempre el más ameno, su conversación la más brillante, y su canción la mejor. Era un genial compañero por naturaleza, con un magnetismo que atraía el buen humor a su alrededor.

Y aún así mostraba una y otra vez, como lo había enseñado en el vagón del tren, una capacidad para una repentina, fiera ira, que forzaban el respeto e incluso el miedo de aquellos que se reunían con él. Para la ley, también, y todos los que estaban conectados con ella, exhibía un amargo desprecio que deslumbraba a unos y alarmaba a otros de sus compañeros pensionistas.

Desde el comienzo hizo evidente, por su abierta admiración, que la hija de la casa había ganado su corazón el instante en que había puesto sus ojos en su belleza y gracia. No era un lerdo pretendiente. En el segundo día le dijo que la amaba, y de ahí en adelante repitió la misma historia con un absoluto caso omiso de lo que ella pudiera decir para desanimarlo. “¿Alguien más?” gritaría. “¡Bueno, la peor suerte para ese alguien más! ¡Déjenlo que se cuide a sí mismo! ¿Estaré dispuesto a perder mi oportunidad de la vida y todos los deseos de mi corazón por alguien más? Puedes seguir diciendo no, Ettie: el día vendrá en que dirás sí, y soy lo suficientemente joven para esperarlo.”

Era un peligroso pretendiente, con su lengua suelta irlandesa, y sus modales regulares, engatusadores. Había en él también ése hechizo de experiencia y de misterio que atrae el interés de una mujer, y finalmente su amor. Él podría hablar de los dulces valles de County Monagham de donde provenía, de la agradable, distante isla, las colinas bajas y verdes prados los cuales parecían más fastuosos cuando la imaginación los veía desde este lugar de tizne y nieve.

Estaba versado en la vida de las ciudades del Norte, de Detroit, de los campamentos madereros de Michigan, y finalmente de Chicago, donde había trabajado en un taller de acepilladura. Y después vino la insinuación de la aventura, la sensación de que raras cosas le habían ocurrido en esa gran ciudad, tan insólitas y tan íntimas que no podían ser habladas. Mencionaba con anhelo una precipitada partida, un rompimiento de viejos lazos, una evasión a un desconocido mundo, acabando en este monótono valle, y Ettie escuchaba, sus oscuros ojos destellaban con pena y con simpatía, esas dos cualidades que pueden convertirse tan rápida y naturalmente en amor.

McMurdo había obtenido un trabajo provisional como tenedor de libros; porque era un hombre bien instruido. Esto lo mantenía ocupado la mayor



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